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El rito de la paz y de la fracción del pan

Foto del escritor: Universitarios Catolicos UAMUniversitarios Catolicos UAM

Actualizado: 9 mar 2020

La Eucaristía es en sí misma un sacramento de paz. En nuestro tiempo, tan lleno de conflictos internos y externos la paz es un deseo de todos nosotros.


“La paz os dejo, mi paz os doy” Jn 14,27, son las palabras con las que Jesús promete el don de la paz a sus discípulos reunidos en el cenáculo antes de la pasión. Con esta promesa quiere propagar y anunciarles la gozosa certeza de su presencia permanente. “Paz a vosotros” (Jn 20,19) es el cumplimiento de aquella promesa, es el saludo del Señor cuando se presenta en medio de sus discípulos que se encontraban reunidos por miedo a los judíos.


La paz por tanto es un fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciéndonos hoy, a su Iglesia reunida para la celebración de la Misa.


El rito de la paz comienza tras la conclusión de la oración dominical “Tuyo es el renio…”. El Sacerdote dice la única oración en la misa que va dirigida a Jesucristo por él: “Señor Jesucristo que dijiste a los apóstoles…” pidiendo la paz y la unidad que concluye con la adhesión del la asamblea: “Amén”. El sacerdote se dirige a asamblea “extendiendo y juntando las manos” (Ordinario de la Misa), deseando que la paz que es Cristo mismo acontezca en la asamblea presente, que recibamos la paz que es Cristo. Después se invita a un gesto de paz.


Este gesto de paz no es un saludo, sino que continúa siendo este deseo, el deseo de que la paz de Cristo resucitado permanezca en nuestra vida. Un gesto que significa la paz, la comunión y la caridad para la Iglesia y para toda la familia humana y los fieles expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, es decir la comunión en el Cuerpo de Cristo del Señor.


Es la paz que nos da Cristo y que deseamos a las personas que nos rodean, de modo sencillo y ordenado, de ahí que el gesto sea acompañado de las palabras: “la paz del Señor” y se responda “y con tu espíritu”. El rito de la paz alcanza su profundo significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la Eucaristía. El darse la paz enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo.


La Congregación para el Culto divino y la disciplina de los sacramentos, el servicio que presta a la Iglesia para ordenar y ayudar a profundizar en la liturgia y los sacramentos, nos dan algunas indicaciones en una carta circular:


  • No se debe introducir un canto de paz.

  • No tienen sentido los desplazamientos de los fieles para intercambiarse la paz.

  • El sacerdote no debe abandonar el altar.

  • El darse la paz no es una ocasión para felicitar o expresar condolencias entre los presentes.

El gesto de la paz no es un signo “obligatorio” de hecho durante el tiempo de Cuaresma que aguardamos la Resurrección de Cristo, del mismo modo que ayunamos del Gloria, del Aleluya (Alabad a Yahve) una propuesta que se puede hacer es también ayunar del singo de la paz, para esperar la Paz del Resucitado y también revalorizar un gesto importante que muchas veces pasa desapercibido: la fracción del pan.


La fracción del pan


La fracción del pan sucede mientras la asamblea canta o recita el “Cordero de Dios”. Este gesto subraya la dimensión de sacrificio y de salvación de la Eucaristía. Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Cristo se parte y se reparte como en la Cruz por infinito amor para que entremos en comunión con Él y con la Iglesia. El alimento que se reparte es su Cuerpo entregado, inmolado y partido por y para cada uno de nosotros.


La fracción del Cuerpo del Señor prepara el alimento de los cristianos que es el Cuerpo sacrificado de Jesús, el Cordero de la nueva Pascua.


Este signo manifiesta de una manera muy fuerte la entrega que Jesús mismo hace como cuerpo sacrificado.


El origen proviene de la cena judía, sobretodo la pascual, el padre de familia comenzaba partiendo el pan para repartirlo a todos, mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios. Expresaba la gratitud hacia Dios y a la vez el sentido familiar de solidaridad en el mismo pan.


Muchos hemos conocido cómo en nuestras familias el momento de partir el pan al principio de la comida se consideraba como un pequeño pero significativo rito.  Como el que se hace cuando unos novios parten la tarta de bodas y los van repartiendo a los invitados,


Cristo también lo hizo en su última cena: "Tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio...". Más aún: fue este el signo el que más impresionó a los discípulos de Emaús en su encuentro con Jesús Resucitado. "Le reconocieron al partir el pan". Y fue este el rito simbólico  que vino a dar nombre a toda la celebración Eucarística en la primera generación.


El Cuerpo "entregado roto" de Cristo


La fracción del pan puede tener, ante todo, un sentido de cara a la Pasión de Cristo. El pan que vamos a recibir es el Cuerpo de Cristo, entregado a la muerte, el Cuerpo roto hasta la última donación, en la Cruz. En el rito bizantino hay un texto que expresa claramente esta dirección: "se rompe y se divide el Cordero de Dios, el Hijo del Padre; es partido pero no se disminuye: es comido siempre, pero no se consume, sino que a los que participan de él, los santifica".


Segundo significado: Signo de la unidad fraterna El Misal Romano explica:  "por la fracción de un solo pan se manifiesta la unidad de los fieles" (IGMR 48). "El gesto de la fracción del pan que era el que servía en los tiempos apostólicos para denominar la misma Eucaristía, manifestará mejor la fuerza y la importancia del signo de la unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que un solo pan se distribuye entre hermanos" (IGMR 283).

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