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Vivir la Eucaristía

Los benefecios de alimentarse de Cristo

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"Eres lo que comes"

Vida por encima de tus límites

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El Maestro te enseña

Lecciones magistrales

Se entrega por ti

Da la vida...

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¡Adelante!

Realmente fuera de serie

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Vivir la Eucaristía: Servicios
El hombre que escucha los auriculares

ERES LO QUE COMES

Un filósofo ateo, Feuerbach, no pudo dar con mejor fórmula para expresar lo que se produce en la eucaristía cuando comulgamos el Cuerpo y la Sangre del Señor: "El hombre es lo que come". Normalmente lo que comemos lo acabamos transformando en nosotros, pero con la Eucaristía sucede lo contrario, somos nosotros quienes, al comerle, nos vamos transformando en Él.


A cada eucaristía nos vamos haciendo un poquito más "Jesús" y si verdaderamente dejamos que esa gracia vaya transformándonos veremos cómo nuestra vida se parece cada día un poco más a la suya, cómo vamos viviendo las cosas más "a lo Jesús".

Por eso es muy bueno que participes en la eucaristía siempre que puedas y al menos los domingos. San Agustín decía: "¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí»" (Confesiones VII,10).

La comunión eucarística nos tiene que mover a vivir "eucarísticamente" el resto del día. Es decir, a vivir la comunión con nuestros hermanos, a vivir la caridad con el prójimo, entregados a los demás.

No puede existir una ruptura entre lo que celebramos y lo que vivimos. En un escrito del siglo III, la Carta a Diogneto, en un momento dado, el autor describe el culto pagano, luego habla del judío, y cuando se espera el culto cristiano el autor describe el modo de vivir de los cristianos en su día a día. Celebramos lo que vivimos, vivimos lo que celebramos...

[Reza cantando...]

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EL MAESTRO TE ENSEÑA

EL PAN DE LA PALABRA

La eucaristía no es sólo la comunión. Toda la celebración está pensada para tener una experiencia de encuentro conn Cristo. Y Cristo nos habla a través de la Palabra. 

Todas las lecturas y de modo especial el evangelio son palabras que Cristo quiere decirte, y si la comunión te transforma en Él, también la Palabra cuando se pasa por el corazón, cuando se la deja actuar también nos transforma. Pues es viva y eficaz y no vuelve vacía sino que da fruto en nosotros, tierra fértil cuando dejamos que ésta arraigue en nosotros.

La homilía del sacerdote puede ayudarnos a que esta Palabra se actualice en mi propia vida. 

La escucha de la Palabra  antecede a la liturgia de la eucaristía y nos prepara el corazón para vivir lo que acontece en cada eucaristía.

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Se entrega por ti

VIVIR LA LITURGIA EUCARÍSTICA

Si podemos comulgar su Cuerpo y su Sangre es porque el Padre por medio de su Espíritu transforma el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de su Hijo. La plegaria eucarística es una oración que el sacerdote eleva al Padre suplicando al Espíritu para que Cristo se haga realmente presente en las especies consagradas. 

Después de la consagración, la plegaria al Padre sigue pidiendo que la eucaristía produzca en nosotros los frutos necesarios para nuestra salvación. 

Esto es posible porque Cristo de una vez para todas entregó su vida en la cruz, y derramó su sangre para nuestra redención. ¡Nuestro precio es la Sangre de Cristo! La celebración eucarística es memorial del Misterio Pascual, es decir, que no sólo se recuerda, sino que lo actualiza. Es como si nosotros durante la celebración de la Eucaristía nos trasladásemos al Calvario y recibiéramos los frutos de nuestra salvación desde su Costado abierto.

Estáte atento a las palabras del sacerdote después de la consagración: pide por la Iglesia y por la comunión, pide por los vivos y por los difuntos, pide porque todos, junto con los santos, estemos un día gozando del banquete del cielo.

Además, la celebración eucarística nos ayuda a tener una experiencia de encuentro con Cristo a través de sus presencias: en la Asamblea (donde dos o más estén reunidos en mi Nombre, allí estoy yo...), en la Palabra (Jesucristo es la Palabra de Dios hecha carne), en el sacerdote y en la Eucaristía.

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Horizonte urbano

ITE MISA EST

¡ADELANTE!

La eucaristía no es un acto de intimidad con Dios. Se dan momentos de intimidad pero es ante todo una celebración del Pueblo Santo de Dios que juntos celebran su salvación. Si tienes fe, tú te salvarás, pero también todos los que tienes al lado. Aunque hay momentos de intimidad con el Señor dentro de la eucaristía tenemos que tomar conciencia de la dimensión comunitaria de la eucaristía. Dios te salva junto con todos los otros. Nos salvamos como Pueblo. Por eso la celebración de la eucaristía bien vivida es una profecía de lo que será el cielo... Anticipa lo que viviremos cuando estemos junto con Jesús resucitado.

Este es el doble movimiento de la eucaristía. Nos traslada al momento de la historia donde Cristo entregó su vida en la cruz, pero también al momento en que estaremos todos juntos de nuevo junto con el Señor. La eucaristía hila toda la historia.

Y por eso, la celebración no acaba con el "podéis ir en paz", sino que se prolonga en mi vida. Ahora toca transmitir lo vivido y vivir conforme lo recibido en la celebración eucarística.

Cada vez que yo, unido a Cristo (es decir, por Cristo, con Cristo y en Cristo) viva entregado a los hermanos como Cristo prolongo misteriorsamente en mi propia vida el sacrificio de Cristo de amor por todos los hombres.

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